Aquel otro
Hoy vino a verme el que no fui:
Aquel otro
Ya para siempre inexistencia pura,
Ardid verbal para el hubiera sido,
Forma atenuada de decir no fue.
Ahora lo entiendo:
Quien no fui ha triunfado,
La realidad no lo manchó, no tuvo
Que adaptarse a la eterna sordidez,
Jamás capituló ni vendió su alma
Por una onza de supervivencia.
El que no fui se fue como si nada.
Ya nunca volverá, ya es imposible.
El que se va no vuelve aunque regrese.
Seda
Larva del aire entre la oscura tierra,
La todopoderosa Tierra saqueada
Por los que estamos sólo de paso.
Se gesta aquí la seda y ha de volar
Etérea como esa piel que es otra forma de seda:
El vestuario de la bellísima
En la noche de los deseos.
Y al centro de la gran fiesta
Y la celebración que es contemplarla,
Envuelta en el esplendor
De su manto traslúcido de seda,
Nadie nunca podría pensar
En el gusano ausente innombrable.
Y no obstante en la noche de oro,
Mientras arde el espacio en música,
El gusano paciente espera.
Sabe
Que es el último rey
Y siempre sale triunfante.

Mientras tanto
En un prendedor de plata
La antigüedad de la herrumbre
Que han dejado la sal y el mar del tiempo.
Este recubrimiento vela el día
En que salió a la luz de la novedad
Un objeto
Destinado a la oscura pátina.
Debe de haber
Deidades o demonios que manipulen el tiempo
Y digan: “Todo
Nace para ofrendarse a la erosión.
Sólo nosotros
Perseveramos en seguir aquí,
Inmutables y crueles
Como espuma que a cada instante
Impone su levedad a la pesadumbre
De la roca marina,
Bajo la evanescencia corrosiva
Que muerde todo y demuele todo”.
Hay sustancias
Para quitarle a la humilde joya
La cadena que la aprisiona
En un ayer inasible.
Ahora está “como nueva”
Pero no es nueva.
En su vistosidad reluciente
Se dibuja más bien un simulacro
De antigua juventud.
Por un instante se borra
La noche inmensa en donde estuvo guardado
—¿Por qué incógnita historia?—

Este objeto.
Al tocarlo siento la piel
De la muchacha que por primera vez se lo puso.
¿Cuándo?
Digamos por decir algo
Mil novecientos treinta y nueve.
El tacto me permite verla hermosísima
En un baile del Ciro´s o el Country Club
O en el Hotel Montejo que se llevó el terremoto.
Ya no está aquí la muchacha.
Los lugares también se fueron.
Todo ese mundo
Ya se ha desvanecido como hoy se disipa este otro
Que mientras tanto se va cubriendo de pátina.
Estos poemas forman parte de Como la lluvia, a punto de aparecer en Ediciones Era.
José Emilio Pacheco. Escritor, poeta y traductor. Entre sus libros: Las batallas en el desierto, El principio del placer y Tarde o temprano. Poemas 1958-200