SIGUE LA NOVELA SOBRE DR. THOMAS LIVINGSTON BAYNE VAUGHT>:
Fin de la Xtabay:
Uc estaba inquieto y sentía tanto miedo como el gringo.
Cuentan los pobladores del Pital que vivía feliz al lado de su mujer. Ella usaba su chongo grande. Morena, cariredonda y de robusto busto, con ojos negros y relampagueantes, caderona y con su hipil bordado por ella misma, era profundamente religiosa y mantenía las tradiciones y costumbres mayas.
Así, el preocupado Uc salió antes de que a...
Ver másAsí, el preocupado Uc salió antes de que apuntara la madrugada. Se encaminó a su tierra con ánimo de terminar pronto la faena. Al hombro su morral con las jíacaras de pozol , tan chucuá, un cántaro con agua del río y su xtabentún. Llevaba, por supuesto, su machete y un cuchillo.Fin de la Xtabay:
Uc estaba inquieto y sentía tanto miedo como el gringo.
Cuentan los pobladores del Pital que vivía feliz al lado de su mujer. Ella usaba su chongo grande. Morena, cariredonda y de robusto busto, con ojos negros y relampagueantes, caderona y con su hipil bordado por ella misma, era profundamente religiosa y mantenía las tradiciones y costumbres mayas.
Así, el preocupado Uc salió antes de que a...
Uc llegó temprano a su choza y se enteró por los chismes que el cacique estuvo merodeando su jacal. Guardó silencio, bajó la cabeza, pensativo y no pudo pegar los ojos. Al alba estaba en camino a su milpa. Los chismes herían su orgullo y se le retorcía el estómago al pensar en el jodido amo.
Empieza el negro ventarrón. , Fija su mirada hacia el monte y no volteará nunca para no ser hechizado por la Xtabay. Suda frío al imaginar que miríadas de ojos pelones en la espesa noche esperan verlo caer para que se lo trague la tierra. Si rueda, las culebras lo asfixiarán. Siente que debe detenerse. No deberá dar un paso más hacia adelante. Algo de pronto cuelga cerca de su camino. De un certero tajo parte la cabeza de la víbora que lo acechaba.
Entonces, fuerzas maléficas lo empujan hacia su choza. Debe regresar. No tiene miedo a la selva inextricable. El viento le baña de frescor la empapada frente.
Sigilosamente penetra. Divisa un bulto en la hamaca. Su mujer duerme. El viento helado azota su dorso. Se abre la puerta. Se mueve una sombra que rauda se acerca a la hamaca. Vuelve a sacar el machete manchado de la sangre de la víbora, salta y asesta un golpe mortal, seco, definitivo a la sombra que lanza un grito ahogado. La mujer aterrorizada se levanta rápidamente de la hamaca, ve en la penumbra que la cabeza del amo ha rodado a sus pies.
Al amanecer, Bayne y los espantados vecinos alcanzan a ver a Uc y su mujer que van en camino para conservar su libertad. Atrás, la Xtabay va borrando las huellas del caminante vengador que lleva abrazada a su mujer y que van perdiéndose en la inmensidad de la selva campechan
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Bayne sentía miedo. Penetraba hasta lo más recóndito de su alma y lo hacía presa de temores inexplicables que subyacían en la selva campechana. Respiraba con encontrados sentimientos de inquietud y angustia que lo movía a rechazar o a tratar de evitar las cosas que se consideraba peligrosas, arriesgadas o capaces de matarlo.Quería apartar con todas sus fuerzas ¡”eso” dañoso para su persona. El temor, por lo tanto, era para Bayne una presunción, una sospecha o el recelo de un daño futuro.
Bayne sentía miedo. Penetraba hasta lo más recóndito de su alma y lo hacía presa de temores inexplicables que subyacían en la selva campechana. Respiraba con encontrados sentimientos de inquietud y angustia que lo movía a rechazar o a tratar de evitar las cosas que se consideraba peligrosas, arriesgadas o capaces de matarlo.Quería apartar con todas sus fuerzas ¡”eso” dañoso para su persona. El temor, por lo tanto, era para Bayne una presunción, una sospecha o el recelo de un daño futuro.
Los mayas susurraban y pocas veces alzaban la voz para intentar alejar esas fuerzas malignas que se ocultaban en la ceiba.
Los indígenas llamaban a esas potencias amenazadoras “viento malo”. Nunca se nombraban porque al conjuro de su nombre se perdía la vida.
El maligno vive entre los impenetrables bosques, en los cenotes, en los lejanos montes o en cualquier barranca.
Todos los mayas reconocen que ese mal vuela, que se lo lleva el viento y lo lanza con furia adentro de las chozas por las noches, cuando crujen las ramas, aúlla y pega con furia en cuanto se cruza en su loco azotar de puertas, ventanas y víctimas, presas de toda índole, pajarracos, fieras, niños que arrebata a las aterrorizadas madres. El viento encuentra infantes por escondidos que estén en los rincones de las casas, tras tirar con rabia los pajares y techumbres. Todos hincados imploran a la potencia tempestuosa que se largue,
Supo Bayne que un indígena amigo cuando se alistaba para ir a laborar en la tierra del cacique, mientras comía su tamal con su pozol, se dio cuenta que su mujer estaba inquieta y repetía unas frases entrecortadas, ininteligibles para el campesino.
Los indígenas llamaban a esas potencias amenazadoras “viento malo”. Nunca se nombraban porque al conjuro de su nombre se perdía la vida.
El maligno vive entre los impenetrables bosques, en los cenotes, en los lejanos montes o en cualquier barranca.
Todos los mayas reconocen que ese mal vuela, que se lo lleva el viento y lo lanza con furia adentro de las chozas por las noches, cuando crujen las ramas, aúlla y pega con furia en cuanto se cruza en su loco azotar de puertas, ventanas y víctimas, presas de toda índole, pajarracos, fieras, niños que arrebata a las aterrorizadas madres. El viento encuentra infantes por escondidos que estén en los rincones de las casas, tras tirar con rabia los pajares y techumbres. Todos hincados imploran a la potencia tempestuosa que se largue,
Supo Bayne que un indígena amigo cuando se alistaba para ir a laborar en la tierra del cacique, mientras comía su tamal con su pozol, se dio cuenta que su mujer estaba inquieta y repetía unas frases entrecortadas, ininteligibles para el campesino.